Plaza del Rey San Fernando
Primera etapa del segundo paseo

La penúltima aventura de Lagardére, Francia, París nos contempla, dice el guión, y en escena la más conocida panorámica de la Catedral de Burgos, dificultad de medios, carcajada general cuando se proyecta en España. Yo trabajaba de extra, bailaba como un oso, era el lanzallamas, un extraño líquido en la boca, de allí salía aquella imitación de la palabra del temido dragón. En casa llené la boca de coñac (el alcohol impuro me da náuseas), aproximé una llama y el fuego penetró en mi interior; un dragón introvertido yo. Escena de la persecución en Notre Dame de París (Catedral de Burgos, puerta del Sarmental). Debo saltar desde la ventana del antiguo Palacio Arzobispal; diez metros. En el suelo, cubiertas por una colcha, espléndido rojo, bordados, unas cajas ordenadas. Efecto especial de caída. Me tiro se abren las cajas me rompo tres costillas (maldito cartón deleznable para envío de bobinas de hilo) me llevan al hospital soy el protagonista principal; no puedo llorar. Cuando me veo proyectado en la pantalla —diez metros— caigo sobre un hermoso corcel. Una sonrisa me ilumina el rostro. Era para disimular el dolor; los testículos se me habían quedado pegados a la silla del caballo. Allí me di cuenta que era un gran actor.
Cuentos para niños que nunca fueron (Pablo del Barco)
