Hospital del Rey
Última etapa del tercer paseo
Ah, la universidad. La universidad es un ejemplo perfecto de pervivencia de instituciones feudovasalláticas casi en estado puro, con su jerarquía, instituciones y ritos reconocibles, tú lo entenderás mejor que nadie, Begoña. Cada catedrático es un señor de horca y cuchillo enfrentado a otro, cada uno con su mesnada de profesores auxiliares a los que exige fidelidad y entrega absolutas, y por debajo una multitud de siervos de la gleba en forma de estudiantes, becarios, investigadores y meritorios que trabajan los campos del señor feudal, o sea, en los archivos y bibliotecas. De vez en cuando el señor reparte su botín en forma de conferencias pagadas, publicaciones o becas, con lo que el beneficiario escala unos peldañitos en la pirámide de poder. De momento yo estoy en una posición intermedia: soy una becaria, así que estoy por encima de los siervos de la gleba, estudiantes e investigadores sin beca, pero por debajo de los profesores auxiliares, que son una especie de caballería villana, pero caballería al fin y al cabo. Estoy lo suficientemente lejos de la base como para poder hacerme ilusiones, pero no tanto como para tener ninguna seguridad sobre mi futuro. Pueden suceder mil cosas: puede haber mañana un rector nuevo, y entonces mi señor, para ser exactos, mi señora, pierda influencia y caigamos todos en desgracia; puede que simplemente seamos demasiados candidatos y sólo se pueda nombrar a uno caballero; puede que yo me harte un día y cambie de señor, aunque los hombres de behetría no son muy apreciados en estos reinos; o puede que el señor se harte de mí. La beca sólo me la pueden renovar un año más. Después no sé qué va a pasar. Por eso también me interesa mantener mis contactos con las monjas de Saldaña y con los de Trigo Limpio, porque quien no me dará de comer es el poeta sobre el que hago la tesis. —“Piiiiii. Piiiiii—. Parece que va a empezar la conferencia”.
El suelo bendito (Óscar Esquivias)

