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Catedral
Última etapa del primer paseo

Dos agujas puntiagudas, talladas en forma de sierra, caladas con festones y bordados, cinceladas hasta en los más mínimos detalles como si fuera el engaste de una sortija, se elevan hacia Dios con todo el ardor de la fe y todo el arrebato de una firme convicción. No serán nuestros incrédulos campaniles quienes osarían arriesgarse en el cielo, sin otro sostén que unas puntillas y piedra y unas nervaduras finas como telas de araña. Otra torre esculpida asimismo con una riqueza inaudita, pero menos alta, señala el lugar donde se juntan los brazos de la cruz, y completa la magnificencia de la silueta. Una multitud sin número de estatuas de santos, de arcángeles, de reyes y de monjes dan vida y animan toda esta arquitectura. Y esta población de piedra es tan numerosa, tan tensa y tan abundante que sobrepasa la cifra de población de carne y hueso que ocupa la ciudad.


Viaje a España (Théophile Gautier)

Vista exteriotr de la giroa de la Catedral de Burgos
Fachada occidental de la

Dito se encontraba mucho más cerca de las estatuas que adornaban las torrecillas, los pináculos y las agujas de la Catedral; especialmente, de las que miraban hacia su tejado. sus preferidas eran un guerrero vestido con una piel de león y un león erguido, como un guerrero, que sostenía un escudo en el que estaba encerrado el sol.
Dito jugaba a pensar que, un día, también él iría por el mundo para apresar al sol.
Mientras llegaba aquel día, jugaba a perder la mirada en el misterioso bosque de piedra que formaban las torres de la catedral y las estatuas; a inventar aventuras fabulosas y alucinantes peligros sin cuento.
Unas veces, admitía las estatuas en sus juegos; otras, eran ellas las que marcaban la aventura. Gracias a aquellas aventuras, gracias a todos los peligros de piedra vividos en aquel bosque, Dito se hizo amigo de las estatuas que adornaban la Catedral.


El bosque de piedra (Fernando Alonso)

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