Calle de la Concepción
Novena etapa del tercer paseo
Una vez hecha la selección de las revistas, según los gustos y las posibilidades de cada cual, todas las semanas, dependiendo de nuestro poder adquisitivo, íbamos a los portalillos para comprar los tebeos. De algunos hacíamos la colección, mientras que otros eran destinados al cambio en el mismo portalillo, en especial los días que había cine en el Círculo de la calle Concepción (jueves y domingos). Allí, mientras hacíamos cola en el patio interior para entrar a ver la película, se organizaba el mayor y mejor mercado de cambio de tebeos que he visto en toda mi vida. Cientos de chavales de todos los barrios, edad y condición, a voz en grito y con un buen fajo de tebeos bajo el brazo, pregonaban su mercancía. El asunto era harto difícil, pues, mientras cambiabas las revistas, debías guardar tu puesto en la fila, aunque como casi siempre íbamos acompañados, mientras unos te guardaban el sitio, tú podías dedicarte al cambio. Se daba el caso, en alguna ocasión, que conseguíamos tantas revistas nuevas que en vez de entrar al cine (y nos gustaba con pasión) volvíamos corriendo a nuestras casas para leer con avidez esas aventuras increíbles y algunas tan libres... y creo que en gran medida en el uso continuado de esta práctica de lectura nació en nosotros el espíritu de oposición al Régimen; desde luego, entre muchos de mis compañeros de generación así fue.
Los santos días del pasado (Carlos de la Sierra)

