Calle de Embajadores o Callejón de las Brujas
Tercera etapa del cuarto paseo
Meditación al alba en Santa Gadea
No es aún primavera.
Y la niebla se cuelga en los balcones,
algodonosa, incierta…
(El mundo en la niebla se reduce,
se aproxima,
se centra.)
Santa Águeda inconclusa;
una farola rota,
las piedras rebrillando,
la gracia en medio punto de la puerta…
Es bello amanecerse
—un sin sol—
con cada piedra.
Duelen los guijos
que rimaron los cascos de otras épocas;
y duelen,
lastrando las cabezas,
la incuria, la pobreza,
la miseria…
Me he sentado en la Calleja de las Brujas
esperando en la noche de marzo
a que amanezca.
La niebla me moja los pulmones,
me nimba la cabeza.
Espero tan solo
tan solo que aparezca
la Catedral pinchando las volutas
rumosas de niebla.
Óptimos son el lugar y la hora,
¡canta, canta, poeta!...
Y en la mente, lavada por la niebla
de vanidad y halagos,
surge la idea:
—Señor, aunque no escriba
aunque no sepa,
que, como esta calle
—por lo menos—,
sirva mi alma, mi vida, de contraste,
de lugar de apoyo, desde el cual se vea
ese émulo de Dios
que es el poeta.
Poemas y leyendas (Juan José Ruiz Rojo)
