Arco e Iglesia de San Gil
Séptima etapa del segundo paseo

San Gil, la Iglesia y el Arco;
pasajes y escalinatas
de misterioso trazado.
Calles que de anochecida
pueden sugerir al hombre
unas desmesuras íntimas.
Burgos, final de milenio (Antonio L. Bouza)


La Catedral, perdón, el templo de San Gil de Burgos, es una auténtica joya desconocida, incluso para muchos burgaleses. El destino enclavó esta iglesia en una ciudad saturada de arte, y, aunque posee belleza suficiente para competir a plano nacional con otros monumentos, la categoría de nuestra Catedral, las Huelgas, la Cartuja, San Nicolás..., la sumieron en una secular postración.
Ascendemos al templo de la antigua colación de San Egidio a través de una escalinata flanqueada por seis pivotes de piedra, celosos centinelas de los tesoros interiores. Silenciosos testigos del acontecer parroquial, estos guardianes aumentan la nota de gravedad y solidez del exterior del templo.
¡Iglesia de San Gil, que participas en tu fisonomía del temperamento de Castilla: llana, sencilla, sin altisonantes barroquismos ni aparatosas fachadas! Tu nobleza está dentro y, sin pretenderlo, engañas con frecuencia al viajero medianamente instruido.
[...]
El Arco de San Gil exhibe, en injustificada abundancia, las heridas de los siglos que no han podido acabar con su noble prestancia.
El Arco de San Gil nos evoca una ciudad medieval a la que no convienen muchas aperturas en su cerco amurallado. Al municipio le pareció oportuno en el siglo XVI consolidar con piedra labrada la antigua Puerta de San Egidio, y en ella quedó estampado el bien hacer de Vallejo y el escudo de la ciudad que costeó la obra.
Balconada inédita (Jesús López Sobrino)