Arco de San Martín
Última etapa del segundo paseo
En la ladera Oeste, la muralla
desciende de improviso,
se desploma
buscando el agua incierta y el camino del hombre,
y en su mitad se abre
una puerta mudéjar
de cara a un extrarradio peregrino
de hospitales, y piedras, y silencio:
cara —también destino— a un occidente
de apóstoles de luz y sol de sangre.
Puerta de la Tristeza, la llamamos:
en su redor, la vieja judería,
la encaramada aljama de plateros
crece, como un dolor de la memoria,
en torno de un desierto silencioso
que albergara otro tiempo
la antigua sinagoga.
Puerta de la Tristeza:
callejas de leyenda
que aún aguardan los ojos de Raquel
y donde brota a veces,
bajo la niebla amada del otoño,
la sombra de una rosa de pasión.
puerta de la Tristeza:
las marcas de la vara de Castilla
aún esperan rapaces mercaderes
y trileros, juglares, celestinas,
curtidores, canónigos, labriegos,
o canteros de luz y de blasfemia,
o putas desdentadas,
alegres al oído como días de fiesta.
Pasó.
Pasó la Historia como se marcha el agua,
que nunca fue Castilla
laguna, sino cauce:
canal por donde fluye el agua viva,
tierra de irse, punto de partida,
oriente sin memoria y sin regreso,
ayer sin más, mañana sin nosotros.
Paso. Se fue la historia
pequeña de la gente
y la Historia con ella:
ya no hay feria en Medina, buhoneros,
pero ya no hay Medina…
En su lugar, solares del olvido
junto a la puerta inmóvil
que mira como un viejo al sol que muere.
La Puerta de la Tristeza (Tino Barriuso)


